Concluyendo el mes de las infancias, mantuvimos una conversación exclusiva con Maritchu Seitún, autora de numerosos libros y especialista en temas de crianza. Compartió con Estilo Country algunos consejos para desarrollar el arte y la tarea de ser padres: una asignatura que no se aprende en una universidad.
Maritchu es licenciada en Psicología. Trabaja en orientación a padres, en niñez y adolescencia; es reconocida por sus charlas sobre estos temas en colegios y empresas. Su libro Criar hijos confiados, motivados y seguros se transformó en un éxito de ventas que la confirmó como una autora referente en el área. Ha escrito además numerosos libros que acompañan los distintos desafíos de la crianza.
Papá y Mamá ¡atentos! que estos tips se dirigen a ambos. Se habla muchas veces del modelo de socios, o equipo, para referirse a la pareja, y nuestra autora lo reafirma en otras conversaciones.
El vínculo no se puede dar por descontado: está ahí, pero ¿cómo hacer para cultivarlo? Para los papás puede resultar un poco más difícil al inicio…
Empieza con el test de embarazo, con la primera ecografía: hay que estar cerca y conectado para que crezca el vínculo. La mamá no debe dejarse llevar por su día a día y conectar en cambio con la panza que crece. Luego del nacimiento los dos tendrán que tomarse el tiempo para entender a su bebé, hasta que él confíe en su papá tal como hace con la mamá desde la panza, ¡ella lleva 9 meses de ventaja! El papá presenta el mundo exterior al bebé, que descubre esos latidos diferentes, ese ritmo distinto, esa voz, esa manera de acercarse y los disfruta. A su vez, el papá también disfruta y aprende, pero tiene que tolerar al principio las dificultades, no rendirse ni ofenderse, ni dejarse hacer a un lado por la mamá. La mamá, por su parte, tiene que aprender a correrse y a dar espacio a ese vínculo enriquecedor para todos.
¿Cuál es el valor del tiempo de calidad compartido, y de la escucha atenta?
Le aseguran y confirman al hijo que es importante, que vale, y lo reaseguran en su percepción del mundo. El hijo se siente entendido, confía en lo que siente, se descubre un buen comunicador. Aprendemos a escuchar siendo escuchados, a respetar siendo respetados y a amar siendo amados, pero para todo eso hace falta tiempo y presencia sistemática, quizás no tan larga como sistemática. Les intereso a mis padres, les importo, quieren saber lo que me pasa y entenderlo: porque me escuchan.
¿Qué provoca en el niño el saberse amado incondicionalmente?
No necesita disfrazarse, acomodarse, sobreadaptarse, puede ser él mismo, y se sabe querido por lo que es y no por lo que hace, eso lleva a la autoestima alta y a la confianza en sí mismos.
Es un gran valor que los hace fuertes, pero implica también que es más difícil ponerles límites, porque no bajan la cabeza y defienden su punto de vista. Puede costarnos cuando son chicos, pero es de un valor incalculable cuando crecen.
¿Podrías indicarnos algunos gestos, actitudes o palabras que sean más adecuadas para reflejar ese cariño incondicional?
No juzgar, usar menos adjetivos (ya que suelen ser juicios) y más verbos. «Me gusta que te acuerdes de hacer lo que te pido» es mucho más potente y no enjuiciador que «sos responsable», porque podría temer perder ese “sos” y entonces sentirse no tan querible. Hablemos de lo que los queremos, pero además aprendamos a poner límites sin dejar de aceptar su emocionalidad completa.
¿Y cómo hacer eso? Retar o poner algún límite sin herir, sin que duden por eso del cariño…
Primero empatía: entiendo tu deseo, o tu fiaca, o tu enojo, ese entender me ayuda a no enojarme y a ellos a sentirse validados. Luego pongo el límite o reto, tolerando su enojo, sin enojarnos nosotros y sin tratar de convencerlos de que es bueno para ellos: lo sabemos, lo decimos una vez, y luego “bancamos” su enojo.
¿Algún consejo para disfrutar más de la crianza?
Hay dos sugerencias que sirven mucho para el día a día. Por un lado, no tomarnos personalmente las cosas que hacen o dicen nuestros chicos. Por otro, tener claro que no son nuestros representantes: no busquemos lucirnos a través de ellos.