El 22 de marzo fue declarado Día Mundial del Agua para generar conciencia e inspirar acciones que permitan que más de 2 mil millones de personas que actualmente viven sin acceso al potable puedan hacerlo para el 2030. ¿Sabías que el agua envasada podría estar obstaculizando esta meta?
Según un informe de la ONU publicado este año, la industria encarece este valioso producto, llena de plástico el mundo y condiciona el alcance de los sistemas de agua corriente. Se llama “Industria mundial del agua embotellada: una revisión de los impactos y las tendencias”, fue elaborado por el Instituto del Agua, Medio Ambiente y Salud de Naciones Unidas y puede leerse acá en inglés.
En el reporte se refieren como “agua embotellada” al agua segura para consumo directo envasada en cualquier tipo de recipiente hermético para uso individual y doméstico. Naturalmente, existe una gran variedad de tipos y marcas. Pensemos en botellas de plástico y vidrio, bidones, sachets y cartones, de agua mineral, de manantial, de glaciar, etc.
Entre 2012 y 2020 la industria de agua embotellada creció un 73% en 109 países. Las ganancias anuales rondan los 270 mil millones de dólares y se estima que llegará a 500.000 para el 2030. Contra intuitivamente, esta situación no nos acerca al objetivo de acceso universal de agua potable.
Cada litro de agua embotellada cuesta entre 150 y mil veces más de lo que cobra cualquier municipio del mundo por el servicio de agua. El estudio señala, además, que la provisión de agua pública está muy regulada, es frecuentemente testeada y sus parámetros de calidad se divulgan públicamente, a diferencia de lo que sucede con el agua envasada.
Aproximadamente un 85% de todos los envases de plásticos vendidos se transforman en basura y entre 70 y 80% de los microplásticos que se encuentran en el mar se originan por los desechos continentales que se arrastran desde los ríos. Los mismos plásticos que se utilizan para embotellar agua son los que la contaminan en su fuente natural.
Una cuestión muy importante a tener en cuenta es el rol del marketing. En los 80, las grandes corporaciones de alimentos y bebidas Nestlé y Danone comenzaron a comercializar agua y en los 90 se les sumaron PepsiCo y Coca-Cola. Desde entonces, promocionan el agua embotellada como una alternativa más “sana” y segura que el agua corriente, utilizando casos aislados de contaminación para generar desconfianza en el agua que sale de la canilla.
Además, envasar agua consume mucha agua, y no, no hablamos de la que va dentro de la botella. “Se ha estimado que Coca-Cola utiliza 1,95 litros de agua de media para producir un litro de su producto final, Unilever 3,3 litros y Nestlé 4,1 litros”, cita el reporte.
Por lo tanto, el negocio de agua embotellada desvía la atención hacia la opción más cara, contaminante y menos asequible para lograr el objetivo de acceso universal al agua potable, un derecho humano. Lo más importante es que, con frecuencia, la cantidad de agua subterránea extraída en ciertas regiones (generalmente de países en subdesarrollo) excede la tasa de recarga natural: se estima que el 15% de toda el agua subterránea extraída es no renovable.
Menos de la mitad de lo que se paga en el mundo por agua embotellada alcanzaría para que cientos de millones pudieran acceder a agua corriente por años. Reduzcamos su consumo y optemos por soluciones más sustentables para garantizar que el agua corriente de nuestro hogar esté completamente libre de impurezas y con el sabor deseado.