La tecnología, las relaciones, el trabajo y la educación están atravesando una verdadera revolución, y día tras día el vértigo parece adueñarse de cada persona del planeta, especialmente padres y madres. ¿Por qué es tan difícil planificar un futuro? ¿Cómo criar, guiar y proteger entre tanta incertidumbre?
Estilo Country habló con la psicóloga María de los Ángeles Gavilán, la fundadora y directora de D’Alfonso, sobre el acompañamiento de los y las jóvenes en su búsqueda de sentido, las elecciones profesionales y el desarrollo del propio potencial.
— ¿Qué desafíos enfrentan las familias al acompañar a los jóvenes?
Cuando los padres y las madres de hoy estaban por terminar el secundario podían anticipar qué carreras tenían futuro y, más o menos, anticipar cómo sería su trabajo en los siguientes 10 a 15 años. “Hoy no son carreras las que nos esperan sino personas que se asumen en su potencial y propósito para aportar al mundo y desde ahí, diseñan respuestas a la época. Eso se traduce en desarrollo laborales”.
“Hay que advertir cuando el adulto habla desde un relato del paradigma anterior y no del paradigma actual. En la nueva era las profesiones cambian en 5 años y el conocimiento no dura más que 10 años; la carrera es una reinvención y no es un camino escalonado”, aconseja la experta.
Otro punto de alerta son los prejuicios que repetimos: “Estudiá una carrera que te dé dinero, el arte no te da dinero, si estudiás ingeniería te vas a salvar, en este país no vas a poder triunfar. Esas creencias muchas veces no solo son de papá y mamá, sino de líneas ancestrales profundas”.
“Antes la formación académica era la única válida en el desarrollo profesional (o era la más válida). Hoy la construcción de una profesión se hace con la formación académica y con los aprendizajes nuevos alternativos. Además, algo de esta nueva generación es que lo autodidacta también tiene un valor que suma y que está dado por las propias motivaciones e intereses”, precisa María.
“También puede tener que ver con sueños de los padres que los quieren ver en sus hijos, y les transmiten sus propias frustraciones”, explica María de los Ángeles. “Tanto ellos como sus hijos van a un lugar desconocido, pero lo que le aporta el padre al hijo es experiencia, camino recorrido y esfuerzo; y el hijo te plantea sentido y el transitar la vida en red. Por eso, existe una sinergia generacional”.
En síntesis, quedarse en un relato de la era anterior, reproducir creencias familiares y personales e imponer deseos propios son los errores que no hay que cometer en el acompañamiento de cada adolescente en su búsqueda vocacional.
Sin embargo, no hay que tener miedo a equivocarse: “En el vínculo con nuestros hijos todos los días podemos empezar de nuevo, rectificar y revisar aquello que puede ser “acertado” para convertirlo en algo virtuoso. Es una necesidad no solo crear futuro, sino también llevar adelante una vida consciente como adultos”.
“Cuanto más conciencia exista en los padres como adultos que celebran su adultez, mejores decisiones van a generar en sus hijos. No sólo hay que hablar de los aciertos sino también de las equivocaciones”.
— ¿Ocupar este rol de acompañante despierta la curiosidad por nuevos caminos?
“El tener hijos adolescentes nos interpela más aún a crear una vida con sentido, una vida significativa. Nos invita a preguntarnos qué estamos haciendo con nuestra adultez. Entendiendo que además la adultez, la de los padres adolescentes, es la segunda mitad de la vida y esta refiere a la búsqueda de sentido. La búsqueda de creación de futuro de los adolescentes se emparenta con la segunda adolescencia (que parte de los 42 años) y que tiene que ver con el retomar las asignaturas pendientes y el empezar a crear una vida con sentido”.
— ¿Cómo es el método de D’Alfonso?
“No tenemos nada que ver con las orientaciones tradicionales. Nuestro objetivo es poder vivir en propósito y con propósito, trabajar con el adolescente para un camino de iniciación a una vida consciente que tiene además la creación de futuro y en ese futuro, la decisión de carrera”.
La experiencia D’Alfonso comienza, idealmente, en el penúltimo año a partir del segundo semestre. No hay límite de edad, y también se acercan jóvenes en sus veintitantos, que quieren empezar a estudiar o que están en crisis con su elección. “Más que promover actitud, promovemos un cambio de estado, un cambio de ser, donde cada adolescente elige si estar despierto o quedarse dormido, si estar atento o quedarse en la dispersión, si ser propuesta o ser protesta”, reflexiona.
“El proceso de orientación es un camino hacia adentro: primero que es de autoexploración; luego un conocimiento de la realidad en el que los chicos descubren las distintas profesiones y los desarrollos profesionales; después empiezan a entender desde dónde van a aportar con cada formación y la oferta de universidades”.
Una muestra de ello es el podcast realizado por D’Alfonso llamado
en el que se comparten charlas, reflexiones y entrevistas con profesionales y representantes de centros educativos para profundizar en disciplinas y trabajos.
“Después hay todo un área de exploración sobre la toma de decisión, los hábitos que entrenaron hasta ahora, y sus niveles de motivación y tolerancia a la frustración, como también el estudio de la esencia de cada joven, tanto los aspectos luminosos como aquellos que están en sombra y que ameritan transformar. El adolescente explora el triángulo de la conciencia: potencial – pasiones – propósito”, agrega la vocera.
— ¿Cambian las preocupaciones de madres y padres santafesinos con respecto a los de Buenos Aires?
“Nosotros recibimos 1.500 chicos por año, de los cuales más del 30% es del interior, tanto provincias del norte como del sur. Vamos encontrando inquietudes bastante parecidas, sobre todo en aquellos padres cuyos hijos se tienen que trasladar para crear su futuro, que es un desafío mayor. Las personas del interior están acostumbradas a pensar que sus hijos, cuando terminan en el colegio, tienen que trasladarse en muchos casos”.
La Universidad Nacional del Litoral (UNL), ubicada en la ciudad de Santa Fe, tuvo 11.552 ingresantes en 2023 que eligieron una carrera presencial. El 91,14% viene de localidades de las provincias de Santa Fe y Entre Ríos.
“Sabemos que la ciudad tiene una universidad de excelencia, pero a veces también se traslada. Eso empieza a ser un desafío mayor que es el destete, el desapego con los hijos.
Por lo tanto, hay una doble adaptación para el adolescente: a la nueva etapa universitaria y a vivir en un nuevo lugar, lo que son factores de ansiedad”.
— ¿Entre las consultas está la posibilidad de irse del país?
“D’Alfonso trabaja con un público que aspira a una educación superior, y una perfecta minoría aspira a estudiar desde primer año una carrera en el exterior. Nosotros trabajamos con colegios bilingües internacionales donde generalmente hay plataformas de base de formación para irse al exterior con algunos exámenes internacionales para homologar idiomas, sin embargo, no es la mayoría”.
María de los Ángeles resalta que la adaptación a un primer año de la facultad no tiene que ver solamente con recursos cognitivos, sino hábitos. “Nosotros alentamos a que los jóvenes hagan sus procesos de transición, maduración e integración social en el país y luego, cuando ya están recibidos o cuando están en tercer año de la carrera, si eligieron una universidad que le da la posibilidad de intercambio, que lo pongan como foco”.
Finalmente, reflexiona: “Es distinto ir de cero a un país extranjero como estudiante, que implica una adaptación y sobre-adaptación emocional y social, y donde no dejamos de ser extranjeros en otro país. Entonces sí, ya cuando están más maduros en esa adaptación, sí se puede empezar a pensar que vayan de intercambio a través de la universidad o bien cuando ya están recibidos en una maestría”.