Descarga nuestra última edición

Disfrutar de la lectura es un estilo de vida

26/12/2024

La rueda del estrés

Si bien el estrés crónico es la base de los desequilibrios, nuestro objetivo no es deshacernos del estrés en general porque es sumamente necesario en nuestras vidas. Es lo que nos protege de situaciones de vida o muerte, y nos permite responder rápido ante una emergencia.

Cuando el cuerpo necesita reaccionar de esta forma activa el sistema de estrés agudo, libera las hormonas adrenalina y noradrenalina, enfrenta la situación amenazante y, al terminar, vuelve a su estado de equilibrio y cierra el ciclo.

Pero cuando la amenaza es continua, o bien su percepción lo es, comienza a activarse un mecanismo de sobreadaptación para poder enfrentar este estímulo que percibe de forma constante en el cual, la hormona que lidera en el funcionamiento del organismo es el cortisol. A esto se lo conoce como estrés crónico.

Significa que biológicamente respondemos como si estuviéramos escapando durante un largo tiempo de un león en el medio de la selva, activando diferentes mecanismos para poder paralizarnos, huir, o bien luchar contra la amenaza. El organismo no diferencia lo que está pasando en nuestra mente de lo que está pensando en la realidad: independientemente de cuál sea el origen del estímulo del estrés, tanto si la amenaza se encuentra en el mundo tridimensional como si fue creada por la cabeza, la forma en la que el cuerpo responde es exactamente igual. Y como no tiene claro cuándo se va a terminar o cuán verdadera es la amenaza, hará todo lo que necesita para sobrevivir de la mejor manera en ese momento, sin pensar en el deterioro a largo plazo que ese mecanismo le puede generar.

Cuando este sistema de supervivencia se encuentra activado, hay ciertas funciones que se anulan o pasan a segundo plano para poder seguir “escapando”. Estas son: la digestión, el descanso, la reproducción y la reparación celular. De esta lucha interna surgen los desequilibrios mencionados al principio: el alimento no puede ser ni digerido ni absorbido ni utilizado como combustible; el dormir sin descansar en profundidad no permite al cuerpo repararse a sí mismo, ni eliminar los desechos, ni defenderse adecuadamente de lo que sucede en el medio interno; la reproducción no es segura y pasa a segundo plano. Estos desequilibrios son sabios intentos del cuerpo de protegerse a sí mismo de la amenaza percibida y son mediados por hormonas y neurotransmisores.

Además de los eventos estresantes que constituyen amenazas físicas, emocionales y mentales, como episodios traumáticos, violencia, accidentes, etc., en la vida de cualquier persona, en la cultura de la escasez y de la dieta en la que vivimos, los estímulos que producen estrés se dan de forma constante y en algunos casos de manera intencional.

  • Exposición a estímulos mentales y emocionales. La constante exposición a redes sociales, medios de comunicación y noticias sobre inseguridad, crisis económica, etc., aumentan los pensamientos angustiantes.
  • Exposición a estímulos adrenales. Infusiones como el mate y el café estimulan directamente las glándulas suprarrenales que son las que liberan las hormonas del estrés. Por más que no haya una percepción de peligro, las respuestas que el cuerpo genera cuando estas hormonas están presentes son las mismas que si lo hubiera. Esto genera la misma excitabilidad inmediata, con un aumento pronunciado y una caída de la misma forma, la cual generalmente interpretamos con la necesidad de mayor estímulo por parte de estas bebidas.
  • Predominancia de la energía masculina y síndrome de la mujer maravilla. Vivimos en un mundo regido por la energía masculina: el hacer, el ponerse objetivos y metas, el pensar, el ejecutar, el ir para adelante, el desintegrarnos para comprender cada parte por separado tal como sucede en el modelo médico hegemónico. La energía femenina, lo cíclico, sentir, fluir, crear, intuir, tomarse el tiempo y distancia, queda relegada en este sistema. Esta sobreexigencia es un estrés para nuestros cuerpos porque la presencia constante del cortisol significa interferir en la fluidez con las que nuestras hormonas trabajan y nuestra energía se mueve. Este esfuerzo, sumado al deterioro de la función digestiva y depurativa propia del estado de estrés crónico, agregando la insuficiente nutrición a la que la cultura de la dieta nos lleva, hace que las hormonas no puedan fabricarse, metabolizarse o eliminarse correctamente del cuerpo, sobrecargando al hígado e inflamado al organismo.
  • Absorción de toxinas a través de productos de consumo diario. Los aditivos alimentarios (estabilizantes, edulcorantes, saborizantes, colorantes) presentes en los comestibles procesados, y los compuestos como aluminio, parabenos, triclosán, parafina, colorantes, ftalatos, siloxanos, dietanolamina (DEA), monoetanolamina (MEA), trietanolamina (TEA), entre otros, presentes en productos de higiene y cosmética, así como los agregados a muchos de los fármacos, generan una acumulacion de toxinas que puede sobrecargar el hígado impidiendo su completa eliminación. A su vez, al alterar el pH de la microbiota (conjunto de microorganismos que forman parte de la barrera de defensa del cuerpo), tanto de la piel como del intestino, disminuye la barrera natural del organismo contra agentes patógenos, haciéndolo más propenso a infecciones.

Fármacos. La ausencia del funcionamiento de las hormonas muchas veces es tratada con terapia de reemplazo hormonal. Sin embargo, cuando el hígado está sobrecargado, estas no pueden terminar de ser metabolizadas y quedan recirculando por el organismo, aumentando el riesgo de generar una resistencia a su utilización por parte de las células que las necesitan. Además, si no se da soporte a la detoxificación del organismo, no se resuelve la causa de raíz, lo que sobrecarga aún más el hígado y estresa el cuerpo gracias a que el cortisol no es metabolizado. La predominancia de las bacterias malas sobre las buenas en la microbiota intestinal puede derivar en la necesidad de antibióticos para eliminar el exceso de bacterias malas, pero también termina matando a las bacterias buenas y aumenta el riesgo de un nuevo desequilibrio si no se hace algo para revertir la composición bacteriana.

“Los desequilibrios son sabios intentos del cuerpo de protegerse a sí mismo de la amenaza percibida”

La salida, como siempre, es hacia adentro. Hacia confiar que percibir tu cuerpo de forma integral y relacionarte con él y con tu alimentación de manera consciente e intuitiva siempre existió dentro de vos. Es la cultura la que nos hizo construir barreras frente a eso, llevándonos a desconfiar de nosotras mismas y ofreciéndonos una falta sensación de seguridad en estímulos que en realidad nos desconectan aún más.

Lic. en Nutrición Camila Pettinari.

Matrícula 1795