Para la mayoría de las personas una mudanza es tan estresante que prefieren no hacerla. Sin embargo, mudarse es una oportunidad creativa que tarde o temprano se convierte en una experiencia renovadora.
Cuando nos encontramos frente a una mudanza inesperada lo primero que se viene a la cabeza son las palabras «caos y desorden». Puede pasar mudándose de casa, de oficina o de local comercial. Inmediatamente aparecen mil interrogantes: “¿Ahora qué voy a hacer, adónde me voy a ir?”, “¿De dónde saco el tiempo de organizarlo todo si no puedo dejar de trabajar?”.
Y claro, muchas veces el dinero es una preocupación extra.
Pero a no olvidarse: de cada situación nace una oportunidad, y, como dice el dicho: “Si la vida te da limones, haz limonada”.
Consejos para resignificar la mudanza
Lo principal es encontrar la calma. No se trata solamente de respirar profundo, sino de lograr una organización que genere tranquilidad y seguridad, que nos haga sentir que todo va a estar bien de cualquier manera.
Por lo tanto, el primer paso es la organización. Esto incluye la confección de una lista de prioridades y tareas “burocráticas” indispensables, como el cambio de domicilio, pago de tasas e impuestos, contratación de un seguro, la baja y el alta de los servicios.
En el caso de un negocio o emprendimiento también hay que comunicar el cambio mediante una estrategia importante de comunicación para que no haya malentendidos.
El segundo paso es sin dudas la limpieza y el descarte. De todo el proceso es la etapa más importante y saber aprovecharla es indispensable y necesario. Descartar todo lo que ya no sirve o no va a ser útil en el nuevo espacio es esencial para llegar liviana y con lo suficiente, haciendo la tarea de reubicación mucho más fácil.
La idea es vender, regalar o donar, pero sí o sí deshacerse de lo que ya no necesitamos.
Mientras ordenamos y dejamos en condiciones el lugar del que nos vamos es bueno adelantarse mentalmente y empezar a visualizar el nuevo espacio. Esto es lo más creativo del proceso y el desafío más lindo de afrontar.
El tercer paso es darse algunos gustos. Por ejemplo, si siempre quisimos una cocina más luminosa o amplia se pinta de blanco o se tira una pared o se hace una ventana; armamos ese lugar de juego que siempre quisimos para los chicos; hacemos el cambio en nuestro negocio que veníamos posponiendo… Éste es el momento de hacer lo que tenías ganas hace tiempo.
Sin darte cuenta vas a estar subida en una ola de emoción y nuevas ideas, te vas a olvidar del estrés y vas a darte cuenta al fin de que se trata de una nueva oportunidad y no un dolor de cabeza.
Si está dentro del presupuesto siempre es útil contratar una empresa de mudanza que levanten todo de una vez y dejen cada cosa en su lugar en el nuevo espacio. Eso evitará olvidos, mil idas y vueltas, pedir ayuda a todo el mundo y, sobre todo, el cansancio para el armado del nuevo ámbito.
Por último, a la hora de acomodar hay que animarse a hacer cambios. Muchas veces darle un uso distinto al mismo mueble, vajillero o mesa de arrime nos hace sentir que es todo nuevo, y los cambios son siempre maravillosos. Usá plantas y flores para darle vida a los espacios; prendé velas, rodéate de objetos que amas o que son significativos, o que simplemente den placer de verlos ahí.
No pongas nada que no te guste. Es mejor poner menos cosas que más cuando no nos sentimos a gusto.
Hacé de tu nueva casa un hogar, de tu nueva oficina un lugar creativo y de tu nuevo negocio una posibilidad de crecimiento. Una vez que estés lista y descansada, la inauguración con amigos, familia y/o clientes es el cierre perfecto.
Depende de vos la energía con la que afrontes los desafíos. Cuando tengas a la vista una mudanza ya no vas a pensar en un fastidio sino en la gran oportunidad de hacer todos esos cambios que tanto deseamos en nuestro refugio. ¡Que así sea!
Sole Bobbio.