Durante mucho tiempo, la relación entre padres y madres con sus hijos e hijas era de absoluta autoridad. Se corregía, castigaba y premiaba según las reglas de cada familia. Sin embargo, la sociedad fue pasando de una actitud rígida y estricta frente a la conducta de los niños, a una actitud flexible y, muchas veces, demasiado permisiva.
Actualmente, las quejas de padres que no saben qué hacer con sus hijos han aumentado exponencialmente. En general, el problema suele estar en el momento de asumir responsabilidades, aceptar las limitaciones y respetar a los demás.
Límites: la forma de aprender a vivir en la realidad
Hablar de límites en la infancia implica incorporar los conceptos de dirección y orientación, es decir, un porqué y un para qué. Personalmente, considero importante que cada límite esté acompañado de una explicación acorde a su edad que no sea simplemente el famoso porque no, lo que sugiere una ausencia de argumentos.
Al respecto, es importante considerar que los límites son necesarios y beneficiosos tanto para quien los recibe como para quien los indica, ya que posiciona al adulto como padre o madre y al niño o niña como hijo o hija.
Los límites son una forma práctica de transmitir normas de convivencia; como tales, son posibilitadores. Aunque generen frustración, ésta favorece el desarrollo personal de cada niño, haciéndolo responsable de sus actos.
No está de más aclarar que los límites siempre deben darse dentro de un marco de afecto y estímulo y no desde la agresión o la prepotencia.
Como adultos, es nuestra responsabilidad no solo señalar aquellas conductas que no son apropiadas sino dar un reconocimiento verbal, una sonrisa, un abrazo o una especie de premio por una conducta positiva. De esta manera, esa actitud deseable se fortalece y es probable que se repita en el futuro.
Además, estas palabras de reconocimiento resultan importantes en el desarrollo de la autoestima y el autoconocimiento durante la infancia, lo que derivará en una mayor confianza y seguridad en el futuro.
Crecer gracias al “no”
La maduración psicológica se promueve mediante los límites. Es necesario romper con el pensamiento mágico omnipotente y egocéntrico que tenemos desde bebés para entender que la realidad no es manipulable, que los seres humanos no somos todopoderosos y que no vamos por la vida haciendo lo que queremos. Aprender esto desde la infancia puede ayudarnos mucho en la adultez.
Por eso, hay que enseñarles a los más pequeños a aceptar un no como respuesta; a entender que no todo saldrá siempre como lo desea; que no siempre va a lograr lo que se propone y que no es el fin del mundo si esto sucede. De esta manera, va a ir desarrollando tolerancia a la frustración, un rasgo fundamental de la personalidad adulta. Lo que no significa fomentar el conformismo, sino ayudarlo a manejar situaciones adversas y salir adelante con mayor impulso.
Por lo tanto, cuando un papá o mamá dice “eso no”, “basta” o “no hay más” está funcionando como un representante de lo real para su hijo. En otras palabras: le está adelantando situaciones que deberá experimentar y, por tanto, lo está ayudando a crecer.
Lic. en Psicología Cecilia Nelli.