Gran parte de nuestra sociedad se rige bajo la perspectiva de que el cuerpo y la mente están dicotómicamente separados. Mientras que ante cualquier problema físico lo lógico es ir a un centro de salud o tomar medicación, realizar una consulta con una psicóloga o psicólogo por cuestiones emocionales parece despertar todo tipo de dudas. ¿Por qué hay tantas reticencias?
Es común encontrarnos con personas escépticas respecto a la psicología y a la posibilidad de hacer terapia, por lo cual es habitual escuchar comentarios cargados de tabú sobre el mero hecho de ir a la consulta. Frases como “no creo en los psicólogos”, “mi amigo/a es mejor que un psicólogo”, “con el tiempo todo se cura”, “ir al psicólogo significa que estás loco”, “no podes depender de un psicólogo para resolver tus problemas”, las escuchamos cotidianamente.
Estos prejuicios hacen que las personas pospongan la decisión de asistir a terapia o quizás nunca la efectúen. También provocan que se acuda a la sesión con ciertos temores o expectativas que no se adaptan del todo a la realidad, obstaculizando el proceso terapéutico y la posibilidad de que no logre resolver su conflictiva.
¿Cuándo es momento de hacer una consulta psicológica?
Las respuestas son variadas. Muchas personas se encuentran en situaciones donde no saben o no entienden lo que les está pasando, y de este modo la terapia se convierte un espacio que ayuda a sentirse mejor, a conectar consigo mismo y propiciar el conocimiento personal y un mejor entendimiento frente a los demás.
Cabe destacar que, a partir del diagnóstico clínico debido a determinados síntomas físicos, es posible indicar o recomendar esta consulta con un profesional, pero esta no es la regla general para comenzar terapia.
Cómo es una sesión
Concurrir al psicólogo no debe vivirse como una obligación. Para que la terapia resulte exitosa, el paciente debe tener un deseo de analizarse, encontrando en cada sesión un refugio para poner en palabras su sentir; lograr, con ayuda de las intervenciones del profesional, solucionar dificultades, encontrarse a sí mismo, reflexionar sobre una inquietud o favorecer el crecimiento personal.
A veces sucede que en el primer encuentro, el paciente no se sienta cómodo con ese profesional, lo que deviene en renunciar al tratamiento. Por eso es necesario tener claro que, así como hay relaciones humanas que funcionan y otras no, lo mismo sucede con la relación terapéutica. Es importante comprender que son cuestiones que pueden suceder, pero no tendría que ser motivo para abandonar el deseo que movilizó a realizar dicha consulta.
¿Qué es el psicoanálisis?
Hoy nos encontramos con psicólogos formados en diferentes corrientes psicológicas desde las cuales se fundamenta la práctica profesional; mi interés siempre se basó en la teoría psicoanalítica, desde la cual ejerzo mi trabajo en la clínica.
Cuando surge la pregunta sobre el significado de hacer terapia psicoanalítica, considero apropiado evocar a Stefan Zweig (1881-1942), quien asegura que el siglo XX se inició con dos hechos significativos: el primero fue la exploración del interior del cuerpo humano vivo gracias a los rayos x utilizados por Wilhelm Conrad Röntgen (1845-1923); y el segundo la aparición del psicoanálisis, de la mano de Sigmund Freud (1856-1939), como herramienta para explorar el alma humana.
Eso es, entonces, el psicoanálisis en su esencia: una disciplina científica que estudia, investiga y describe cómo se forma, cómo se desarrolla, cómo está estructurada y cómo funciona el alma humana.
Me gustaría concluir con una cita del padre del psicoanálisis, que a mi parecer ilustra magistralmente el efecto de hablar en el espacio de terapia: “La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas”.
Cecilia Nelli.
Lic. En Psicología.
Mat. 888